Existe una memoria celular o tisular, que graba
fotograma a fotograma nuestras experiencias vitales, dejando registros en
nuestros tejidos corporales. No importa tanto lo que
pasara, sino, cómo vivimos aquello que pasó.
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Las emociones que sufrimos o no supimos gestionar, se enquistan en lugares del cuerpo produciendo un bloqueo o una disfunción, esto es lo que llamamos quiste energético.
Al contactar con el tejido donde se alojaron, el
paciente entra en un estado profundo de la conciencia, que facilita la
comprensión del hecho traumático y la obtención de recursos para transcenderlo. A veces ayudado por un diálogo terapéutico. El tejido se relaja, el quiste se diluye, moderando la emoción y aligerando
el alma.
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